martes, noviembre 15, 2005

Una muerte mental -Giovanni Papini

De uno de los más recientes suicidios en los últimos años no se conocería la verdadera historia si yo no tuviese el vicio de andar en busca de los raros con la esperanza -casi siempre superflua- de hallarme con un grande.
Todos nosotros sabemos qué defectuosas son las estadísticas; digo a propósito defectuosas, en el sentido de insuficientes. Aunque algunos equilibrados vegetantes lamenten con cara de pavor el crecimiento continuo de las muertes voluntarias, sé bien, por mi parte, que no todas son registradas. Entre los enfermos y los aparentes asesinados, los suicidas menudean.Constituyen, quizás, la mayoría. Algo me impulsa casi a decir que cada muerte es voluntaria. Pero ¿cómo? ¿De qué manera? ¡Ay de mí! ¡De maneras comunes, vulgares, vulgarísimas! Falta de sabiduría, falta de voluntad -pocos son los que prevén y pueden. Un arrojarse al encuentro del destino casi como pájaros dentro de la serpiente o locos en la hoguera. Hombres que no han querido vivir y han preferido el breve presente al largo y cierto porvenir. Leopardi aprobaría: pero ¿quién puede negar que ésas son vidas truncadas?

El suicidio cuyo misterio he sabido no se parece a ninguno de los conocidos hasta ahora. Ni la historia ni la crónica nos hablan de otro parecido o igual.

Era difícil encontrar un medio no utilizado por ninguno. Todos los expedientes menos obvios fueron descubiertos y utilizados: cada tanto los diarios, hartos ya desde hace mucho de los habituales pistoletazos y los cotidianos envenenamientos, exponen alguno, como variedad curiosa, para hacer sonreír agradablemente al lector optimista. Y sin embargo él lo encontró y lo practicó. Conocí al futuro suicida de una manera curiosa. (Debo advertir que de las personas que me han sido presentadas habitualmente no extraje nunca nada de extraordinario). Hurgaba una mañana en un quiosco ambulante de libros viejos cuando cayó en mis manos el primer volumen de la traducción francesa de Los demonios, de Dostoievski. Lo había leído hacía ya mucho tiempo y varias veces; además, era el primer tomo solamente y no tenía, por ello, ninguna intención de comprarlo. Pero sin saber cómo empecé a hojearlo e instintivamente di en las páginas en las que el ingeniero Kiriloff expone con tanta simpleza sus ideas sobre el suicidio. Había notado en los márgenes marcas violentas de lápiz rojo pero aquí se hallaban incluso anotaciones. Estaban escritas con lápiz negro y eran borrosas. Sin embargo, las descifré:

"Así no." "Está bien: es necesario superar el temor de la muerte y por lo tanto prepararse para ultimarnos, pero no así." "El suicidio con las manos: cosa de carniceros. No se llega..." "Tener presente la idea de mi método. Es necesario negar, destruir la vida por sí mismo, poco a poco, no destrozar el cuerpo de golpe: es estúpido..."

Estas pocas líneas, escritas a lo largo de los márgenes, excitaron mi curiosidad como no me ocurría desde hacía mucho.

Lo que esta asi se me hace interesante y lo que esta asi talvez es verdad
Al rato pongo otra parte =)

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